Nuestra historia comienza hace mucho mucho tiempo, cuando, debido a las fuertes y buenas tierras de Castrillo de la Vega, los vecinos se pusieron a plantar vides para la elaboración de vino.
Tal y como se puede apreciar en el pueblo, aún se pueden ver las bodegas subterráneas que se utilizaban antiguamente para la fermentación del vino. Con el paso del tiempo y la formación de nuevas empresas vinícolas los vecinos empezaron a notar que ya con su cosecha individual no podían abastecer a todos ellos y es ahí donde surge la necesidad de asociarse, para poder tener más vino para vender.
A su misma vez, había muchos riesgos en la elaboración del vino y poca seguridad por lo que asociándose podrían minimizar dichos riesgos pero…¿Qué riesgo había?
El tufo. Y te preguntarás que es esto, pues bien, proviene de la fermentación del mosto de la uva. En dicha fermentación se produce CO2 . ¿Y qué ocurre si en una bodega subterránea totalmente cerrada, solo se desprende CO2? Pues señores y señoras, nos quedamos sin oxígeno. Es por ello que a lo largo de la historia se han producido graves problemas de salud debido al “tufo”. De hecho se hablaba siempre de bajar a la bodega subterránea bien con un canario o una vela. De esta manera, en el momento que se apagara la vela o el canario falleciera, había que salir de allí “por patas” si no querías morir.
Pero…¿por qué hacían las bodegas subterráneas? Pues esto comienza hace muchísimos años antes con las cuevas. Estas bodegas en cuevas aprovechan las propiedades e importancia del subsuelo, que proporciona de forma natural una temperatura y humedad estable durante todo el año. Un método de conservación tan emblemático como tradicional.
Y por todo ello, nuestros vecinos castrillenses decidieron asociarse para poder minimizar costes y vender conjuntamente. Esto ocurre en 1956 a partir de entonces, se crea la cooperativa San Roque de la Encina.
A partir de ahí, cada vez más vecinos fueron uniéndose a esta cooperativa, aportando sus viñedos y repartiendo las ganancias.
Actualmente contamos con más de 400 hectáreas y más de 250 socios, elaborando vinos rosados y tintos. Imaginaros las reuniones…pero aún con todo, la cooperativa sigue funcionando viento en popa, creciendo cada día un poquito más, ampliando su equipo y su red comercial.
Nuestra misión es llegar al consumidor transmitiéndole el mismo mimo que utilizamos para elaborar nuestro vino. Y demostrar que tal y como dijo Federico Fellini, “un buen vino es como una buena película: dura un instante y te deja en la boca un sabor a gloria; es nuevo en cada sorbo y, como ocurre con las películas, nace y renace en cada soboreador”
Hasta aquí nuestro post de hoy, esperamos haberos explicado un poco nuestros orígenes y por supuesto, os invitamos a que probéis nuestro vino Monte Pinadillo!
